Hoy, en mi columna, voy a escribir de algo diferente: una convivencia que se volvió un refugio de alegría —una posada organizada por enfermeras y enfermeros del Seguro Social para pacientes con cáncer o en procesos de diálisis y hemodiálisis.
Llegamos cuando el sol aún calentaba el aire, alrededor de las dos y media de la tarde, y desde el primer paso se respiraba la intención clara: que todo mundo se divirtiera, que pasáramos un rato agradable sin sombras. Allí, en las oficinas del sindicato de trabajadores del Seguro Social —un centro social acogedor en la colonia Versalles de Puerto Vallarta—, el salón se llenó de gente hasta reventar, de rostros que dejaron de lado los miedos para abrazar el momento.
Por vez primera, nos olvidamos de las estrictas dietas que acompañan nuestras vidas. Con medida, pero con toda la alegría, degustamos cada platillo que nos ofrecían: tamales humeantes que despertaban los sentidos, tacos crujientes y tostadas sabrosas; aguas frescas que refrescaban la garganta y ponche que calentaba el corazón. Cinco horas duró el festejo, y cada minuto fue válido, fue nuestro.
La música no faltó: un repertorio que acompañó cada risa y cada conversación, con cantantes y bailarines que llenaron el espacio de ritmo. Pero la noche se la llevó, definitivamente, Héctor Spiller. Cuando interpretó “Vive” de José María Napolón, todo se detuvo por un instante —y nos enteramos que él mismo es un paciente. Con su buen humor característico, con esa luz que sale de adentro, hizo pasar un muy buen rato a todos los que estábamos reunidos.
Y no podemos cerrar sin decir gracias. A Luz Delia Cuevas Pérez, Xóchitl Robles Gil, Sandra Peña Fregoso, Jab Angulo Dueñas, Anabel Ledezma Ibarra, Alma Andrés Moreno y Orquídea Mendoza —esos enfermeros y esa paciente que hicieron realidad esta posada—: gracias, gracias, gracias. Eternamente agradecidos por darnos un día de sol en medio de cualquier tormenta.
