
El pasado 9 de septiembre, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó ante la Cámara de Diputados una propuesta que busca marcar un antes y un después en el comercio exterior de México: la Ley Aduanera. Este instrumento legal, aprobado recientemente en lo general por los legisladores, tiene como objetivo central combatir la evasión fiscal y garantizar que las operaciones comerciales internacionales se realicen con pleno apego a la ley. La importancia de esta reforma no puede subestimarse, pues el comercio exterior representa una proporción crítica de nuestra economía, con cifras que hablan por sí solas: el 67 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, con exportaciones que alcanzan los 617 mil 100 millones de dólares e importaciones por 625 mil 312 millones de dólares. Estamos hablando de un flujo de recursos que no solo impulsa la economía mexicana, sino que también determina nuestra posición estratégica en el contexto global.
Es innegable que el comercio exterior es uno de los motores fundamentales de nuestro país. La modernización de la Ley Aduanera no es un mero trámite burocrático, sino una respuesta a la necesidad de fortalecer los mecanismos de fiscalización, garantizar la legalidad y cerrar los espacios que la evasión fiscal ha encontrado históricamente en el ámbito aduanero. Cada importación o exportación que se realiza sin cumplir con las obligaciones legales representa no solo un daño económico directo al Estado, sino también un golpe a la competitividad de quienes cumplen con la ley. Por ello, la Ley Aduanera se presenta como un instrumento de equidad, donde la transparencia y la rendición de cuentas se convierten en pilares esenciales para un comercio justo.
La aprobación de esta ley también refleja la intención de nuestro gobierno por posicionarse en un marco de legalidad que genere confianza entre los actores económicos nacionales e internacionales. México, en las últimas décadas, ha consolidado su presencia en mercados globales, pero con ello han surgido desafíos crecientes: la sofisticación de los mecanismos de evasión fiscal, el contrabando, y la introducción de mercancías que no cumplen con los estándares legales y de seguridad. En este contexto, la Ley Aduanera no es solo una herramienta de recaudación, sino un escudo protector para la economía mexicana, asegurando que los beneficios del comercio exterior se distribuyan de manera equitativa y no sean apropiados indebidamente por quienes buscan evadir la ley.
No podemos ignorar la magnitud de los recursos involucrados en el comercio internacional. Exportaciones por más de 617 mil millones de dólares y un volumen de importaciones que supera los 625 mil millones hablan de una economía interconectada, dinámica y estratégica. Cada operación comercial, cada trámite aduanero, cada declaración fiscal es un eslabón de una cadena que, si se rompe o se evade, repercute en la economía de millones de mexicanos. En este sentido, la Ley Aduanera se convierte en un instrumento vital para garantizar que estas operaciones se realicen dentro de los parámetros legales, protegiendo no solo la recaudación fiscal, sino también la integridad de nuestras empresas y la competitividad del país.
La ley, como ha sido planteada, también busca cerrar las lagunas que históricamente han permitido prácticas indebidas en la entrada y salida de mercancías. Se trata de un esquema que fortalece la vigilancia, incrementa la precisión en los procesos de fiscalización y establece responsabilidades claras para todos los actores involucrados. La claridad jurídica que brinda la Ley Aduanera es fundamental para que los empresarios sepan con certeza cuáles son sus derechos y obligaciones, evitando ambigüedades que puedan ser aprovechadas en detrimento del Estado. Esta certeza es un incentivo para la inversión y un factor de seguridad para quienes operan dentro del marco legal.
Es importante señalar que esta reforma no busca penalizar la actividad comercial legítima, sino al contrario, protegerla. Cada empresario que cumple con sus obligaciones fiscales y aduaneras se beneficia de un entorno más seguro y competitivo, donde la competencia desleal se reduce significativamente. La Ley Aduanera, en este sentido, no es un freno al comercio, sino un catalizador de transparencia y legalidad. La correcta aplicación de la ley permitirá que México proyecte una imagen sólida y confiable frente a socios comerciales internacionales, fortaleciendo acuerdos existentes y generando nuevas oportunidades de intercambio económico.
Asimismo, la ley tiene un componente estratégico que trasciende lo económico y toca la seguridad nacional. La regulación estricta de las aduanas permite identificar y prevenir riesgos asociados al tráfico ilícito de mercancías, la entrada de productos falsificados o peligrosos y otras actividades que pueden afectar directamente a la población. Al garantizar que solo circulen bienes que cumplen con la normativa, se protege al consumidor, se promueve la salud pública y se asegura que los recursos generados por el comercio exterior se canalicen hacia el desarrollo del país. Esta visión integral convierte a la Ley Aduanera en un instrumento multifuncional, que une fiscalización, seguridad y competitividad en un solo marco normativo.
No obstante, la implementación de esta ley será un reto que requerirá coordinación, profesionalismo y compromiso por parte de todos los involucrados: autoridades aduaneras, legisladores, empresarios y ciudadanía en general. La vigilancia constante, la capacitación de los funcionarios y la modernización de los procesos administrativos serán factores determinantes para que la ley cumpla con sus objetivos. La experiencia internacional muestra que la legislación por sí sola no basta; su eficacia depende de la ejecución eficiente y del compromiso de todos los actores de la cadena comercial.
En términos políticos, la aprobación de la Ley Aduanera también refleja la capacidad del gobierno y del Legislativo para generar acuerdos que privilegien el interés nacional por encima de intereses particulares. La convergencia de voluntades en torno a una reforma de este tipo indica que, cuando hay claridad de objetivos y compromiso con la legalidad, es posible avanzar hacia un marco normativo que beneficie a la mayoría de los mexicanos. En un país donde la evasión fiscal ha sido un lastre histórico, cada medida que fortalezca la recaudación y la transparencia es un paso hacia la consolidación de un Estado más sólido y equitativo.
Finalmente, la Ley Aduanera representa una oportunidad histórica para consolidar un comercio exterior más justo, transparente y competitivo. Su correcta aplicación permitirá que los beneficios del intercambio comercial se distribuyan de manera equitativa, que las empresas que cumplen con la ley puedan operar en un entorno seguro y que el Estado recupere recursos que históricamente se han perdido por la evasión fiscal. La presidenta Claudia Sheinbaum y los legisladores han dado un paso decisivo, pero el verdadero desafío radica ahora en la implementación efectiva de la ley. Solo así podremos garantizar que México no solo sea un actor relevante en el comercio internacional, sino también un país que promueve la legalidad, la transparencia y la justicia económica.
La economía mexicana necesita reglas claras y un marco legal que asegure que todos los actores jueguen bajo las mismas condiciones. La Ley Aduanera no es un simple instrumento administrativo; es una declaración de principios sobre cómo queremos que funcione nuestro comercio exterior: con transparencia, equidad y apego irrestricto a la ley. En un mundo globalizado, donde los flujos comerciales y financieros son cada vez más complejos, la claridad y la certidumbre jurídica se convierten en activos estratégicos. México tiene ante sí la posibilidad de fortalecer su posición en el escenario internacional, garantizar la recaudación fiscal y proteger a sus ciudadanos y empresarios. La Ley Aduanera, aprobada en lo general, es la puerta hacia ese futuro.