
El Centro Internacional de Convenciones de Puerto Vallarta fue el escenario de un evento que reunió a niños, jóvenes y adolescentes, congregados en torno al primer informe de gobierno de Luis Ernesto Munguía González. Desde la entrada, el ambiente se percibía como una mezcla de expectativa y rutina institucional, con un aire de formalidad que contrastaba con la alegría natural de los menores presentes.
“DALE TUKI…”
El discurso del arquitecto encargado del evento se centró en un tema que, en teoría, debía ser el más importante: los niños. Con entusiasmo, afirmó que “la niñez va ganando”, destacando las tablets entregadas a los menores y los domos que se instalaron para protegerlos del intenso sol que caracteriza a la región. Sin embargo, detrás de esas palabras, se percibía cierta desconexión con la realidad. Los “tukitenis” —calzado confeccionado por el gobierno—, que supuestamente estaban destinados a que los niños disfrutasen del evento, permanecían en sus cajas, sin ser utilizados. La idea de entregarles un bono para que cada niño pudiera comprar sus propios zapatos a su gusto parecía más lógica y práctica, pero quedó en el olvido.
PACIENCIA
El lugar, en ese momento, se convirtió en un testigo silencioso de una escena que parecía sacada de una comedia: cientos de niños siendo sacados por la fuerza del auditorio, en un intento por cumplir con el protocolo y dar paso a la siguiente parte del evento. La presidenta del DIF, Claudia Marisela Peña Gómez, intentaba dar su informe de actividades, vestida con un elegante traje de pasarela que contrastaba con su tono de voz y sus gestos, que más que transmitir autoridad, parecían buscar captar la atención de un público impaciente. La audiencia, principalmente jóvenes, mostraba signos evidentes de impaciencia, con miradas que buscaban el momento de escapar.
PIZZA Y POLLO FRITO
Mientras tanto, en el exterior del recinto, los niños disfrutaban de comida rápida: pizza y pollo frito, adquiridos —se supone— mediante convenios con empresas como “Pin-Pon” o “Crispy pollo”. Los testimonios de quienes degustaron los alimentos coincidían en que estaban muy ricos, aunque la verdadera atracción del evento no eran los discursos, sino las exhibiciones de animales disecados. Un par de guacamayas, cuidadosamente cuidadas por expertos, llamaban la atención, pero lo que realmente destacaba eran los tucanes de cartón que revoloteaban por todo el auditorio, simulando un entorno natural que, en realidad, era solo una ilusión.
ANIMALES
La exhibición de animales disecados, incluyendo un ocelote, un puma y dos cocodrilos —uno grande y otro pequeño—, generó una reflexión sobre la forma en que se presenta la educación ambiental. La presencia de estos ejemplares, pertenecientes al Partido Verde Ecologista de México, generó cierta contradicción: por un lado, una intención educativa; por otro, la exposición de animales que, en vida, habrían sido peligrosos y que ahora solo sirven como objetos de exhibición.
MUY AGRADECIDOS
El momento culminante llegó con la intervención de Luis Ernesto Munguía, quien agradeció a todos por “distraer parte de su valioso tiempo”. Mencionó con gratitud a Rafael Yerena Zambrano, a los expresidentes y al representante del gobernador, en un tono que parecía más de un discurso de campaña que de un informe oficial. Anunció que el próximo año entregarán tablets para primaria y secundaria en todos los niveles, prometiendo avances que, en realidad, quedaron en promesas.
AUDIO FATAL
Por último, la sonorización del salón resultó ser un punto débil del evento. Los sonidos rebotaban por todo el espacio, dificultando entender lo que el orador quería comunicar. En un intento por captar mejor el mensaje, me moví a diferentes zonas del auditorio, pero el problema persistió. La tecnología, en estos eventos, parece aún tener mucho camino por recorrer.
“ÁREAS DE OPORTUNIDAD”
Así fue este primer informe en Puerto Vallarta: un escenario lleno de contrastes, donde las víboras —símbolo de engaños y dobleces— se escondían en cada discurso, en cada acción, y en cada detalle que, en conjunto, reflejaron la complejidad de una administración que aún tiene mucho por mejorar.